¿Por qué la primera visión de uno tiende a una influencia tan duradera en nuestra vida? ¿Son realmente tan duraderas las primeras impresiones? Podría parecer como si ansiáramos dejar a un lado las distorsiones que limitan nuestra felicidad, y disminuyen nuestra posesión de vida. Desde luego algún cambio es inevitable en todos. La falta de cambios profundos es lo que confunde.
Imaginemos a un hombre con una visión totalmente distorsionada. Se ve a sí mismo como un hombre disoluto. Mira a otras personas como insignificantes y amenazadoras. La vida, para él es una prueba de aguante. El mundo es una fosa de víboras, y Dios no es más que una ilusión cruel. Obviamente este hombre quisiera detener el mundo y bajarse. Sus percepciones lo castigan brutalmente. ¿Por qué una persona así, no repiensa y revisa su visión? Debe notar que hay otras personas relativamente felices.
Algunas personas que pasan junto a ella en la calle van sonriendo o silbando. ¿Se han tragado ellas algún secreto de gozo? ¿Saben ellas algo que ella no haya encontrado todavía? ¿Qué conocen ellas que ella desconozca? Si esta persona quisiera solamente repensar y revisar su visión básica podría convertir su autodesprecio en autocelebración. Podría pasar del pesimismo al optimismo; del escepticismo a la confianza. Podría reemplazar su actitud negativa por una positiva. ¿Por qué no lo hace? En un grado mayor o menor, nosotros nos parecemos a este pobre hombre. ¿Somos todos masoquistas?
Según el principio de que si una cosa vale la pena decirla una vez, probablemente conviene decirla dos veces, hemos estado repitiendo que él único modo de crecer y vivir más plenamente requiere un cambio en nuestra perspectiva.
Una visión limitada y castigadora es como un conjunto de cadenas que nos mantiene atados. Estamos sujetos con firmeza en el mismo lugar,cada día es una copia al carbón del anterior y cada año una repetición de la tristeza del último año. Para entender porque muchos de nosotros permanecemos voluntariamente prisioneros de visiones distorsionadas, debemos revisar brevemente lo que una visión hace por nosotros. Puede arrojar alguna luz sobre las causas de por qué somos tan renuentes a repensar y revisar la visión con la que emprendemos el camino de la vida.
Cuando los seres humanos echamos una primera mirada a nuestro interior, a nuestra propia realidad, y al exterior, al resto de la realidad, inmediatamente empezamos a buscar orden, patrones, ciclos. Aprendemos a relacionar las causas con sus defectos. Estamos buscando, en una palabra, el pronóstico; el saber qué esperar nos da sentido de seguridad. Nos capacita para tomar decisiones sobre el modo de actuar. Pronto nuestras propias acciones y reacciones caen en patrones que están basados en nuestras percepciones y ajustes a la realidad.
La vida se hace previsible y nuestras reacciones toman consistencia . Queremos actuar bien o mal para mantener esta consistencia. Lo opuesto a la predicción y a la conciencia es el caos. El caos implica imprevisión e inconsistencia. El caos retrasa la mente y fragmenta el espíritu. La persona que atraviesa por un período de caos es tenida, a menudo por "desorientada". En su confusicón la gente desorientada ha perdido todo sentido de dirección. El caos es una experiencia aterradora.
Por esta razón somos tan renuentes a cambiar nuestra visión, aun cuando sea una visión cruelmente aprisionante. Hay un prolongado miedo a que, al dejar la antigua visión que nos ha dado predicción y consistencia, yo pueda caer en el caos y me pierda sin guía. Por ejemplo: si yo fuera a dejar una pobre autoimagen y aprendiera a apreciarme a mi mismo, ¿Como actuaría? ¿Que sucedería? ¿Cómo me relacionaría con otras personas? Si yo dejara mis prejuicios de que otras personas son básicamente deshonestas y salen a manejarme, ¿Cómo las trataría? ¿Tendría que empezar a confiar en los demás? ¿Tendría que ir tan lejos como para revelarme a mí mismo a los demás?
La dificultad está en que no hay garantías de que lo nuevo será mejor que lo antiguo. No es éste un caso de que ¿"Mas vale pájaro en mano que ciento volando"? ¿Quien quiere cambiar lo conocido por lo desconocido sin cierta seguridad? Sé lo que tengo y no estoy seguro de lo que voy a conseguir o de lo que voy a perder. En todo cambio hay una muerte y un renacer. Morir a lo viejo y nacer a lo nuevo es una perspectiva aterradora. Y existe siempre ese terrible momento, entre la muerte y el renacer, en el que no tengo nada. Si dejo mi antigua visión que ha dado algún sentido a mi vida y me ha proporcionado una fuente de dirección en mi comportamiento; ¿Una nueva visión dejará mi vida intacta en el mismo camino?
Una muchacha estudiante me visitaba con frecuencia para recibir consejos. En cada visita ella tenía un problema diferente. Finalmente, después de haber resuelto muchísimos problemas, le pregunté [ ¿Crees que alguna vez vas a dejar de tener problemas? Ya hemos superado la marca de los cien]. Ella con mirada baja, un poco cohibida, dijo suavemente: "Si dejo de tener problemas, ya no podré venir a verte". La pobre muchacha se percibía completamente desadaptada para una relación de adultos. Por su autopercepción no podía relacionarse, como igual, con otra persona. La única manera en que podía adaptarse a la realidad, al tratar con otros era desempeñando un papel de "niña perpetuamente angustiada".
Ahora supongamos que alguien le dijera a esta muchacha: "te ves desadaptada y te has ajustado a esta supuesta inferioridad, permaneciendo siempre como una niñita, más no eres inadaptada. Tienes excelentes dones eres una excelente persona. Debes aprender a relacionarte con otros en la igualdad, como un adulto con otro" ¿Cual sería su reacción ante esto? Teoricamente debería creer en su adaptación e igualdad, pero ha basado todas sus percepciones y ajustes en la suposición de que es inadaptada e inferior. Se ha sentido cómoda y experimentada en ese papel. La sugerencia de que debería cambiar está visión errónea y comenzar a actuar de una manera radicalmente diferente le infundiría terror a su corazón. Se siente segura tras la cerca y fachada de la incapacidad. Por lo tanto tenderá a aferrarse a su orientación primera. Por desgracia para hacer esto, se ha enclaustrado fuera de una vida más plena y más humana.
Podemos mencionar otro caso; un joven que se ha percibido a sí mismo como odioso y se ha adaptado a esta supuesta situación convirtiéndose en un profesional introvertido y solitario. ¿Qué pasaría si se le invitara a revisar sus juicios primitivos y a dejar de esconderse de los humanos y viniera a participar en la celebración de la vida? Posiblemente se aferrará a su visión y adaptación con los puños cerrados antes de arriesgarse al caos de una conversión.
¿Recuerdas haber tratado de arrancar algo peligroso o indeseable de las manos de un niño? Ordinariamente la manita se aferra a lo que tiene agarrado. La táctica psicológica indicada es suspender alguna distracción atractiva ante el niño; todos nos inclinamos a un cambio razonable. Pero este asunto de revisar las propias percepciones y ajustes no es como cambiarse de ropa. Nuestras percepciones originales, como hemos dicho, tienen que ser repetidas hasta que cristalicen en actitudes, e integren , finalmente, una visión. Somos criaturas de hábito. No podemos salir de nuestros antiguos hábitos hacia otros prefabricados así como cambiamos de ropa. El cambio de hábito, por su misma naturaleza, tiene que ser gradual.
Pero permanecer en las viejas rutas no es fácil tampoco. Persistir en la visión antigua y disminuída requiere que uno niegue constantemente toda experiencia opuesta. Uno tiene que afirmar tercamente su visión errónea ante la evidencia contradictoria creciente. Esto puede ser díficil y fatigoso. Produce, trás un periodo de tiempo, considerable tensión y stress internos, Ycuanto más fuerte sea la evaluación contraria, tanta más energía debe gastar la pobre persona en el mecanismo de negación.
Imaginemos a un hombre con una visión totalmente distorsionada. Se ve a sí mismo como un hombre disoluto. Mira a otras personas como insignificantes y amenazadoras. La vida, para él es una prueba de aguante. El mundo es una fosa de víboras, y Dios no es más que una ilusión cruel. Obviamente este hombre quisiera detener el mundo y bajarse. Sus percepciones lo castigan brutalmente. ¿Por qué una persona así, no repiensa y revisa su visión? Debe notar que hay otras personas relativamente felices.
Algunas personas que pasan junto a ella en la calle van sonriendo o silbando. ¿Se han tragado ellas algún secreto de gozo? ¿Saben ellas algo que ella no haya encontrado todavía? ¿Qué conocen ellas que ella desconozca? Si esta persona quisiera solamente repensar y revisar su visión básica podría convertir su autodesprecio en autocelebración. Podría pasar del pesimismo al optimismo; del escepticismo a la confianza. Podría reemplazar su actitud negativa por una positiva. ¿Por qué no lo hace? En un grado mayor o menor, nosotros nos parecemos a este pobre hombre. ¿Somos todos masoquistas?
Según el principio de que si una cosa vale la pena decirla una vez, probablemente conviene decirla dos veces, hemos estado repitiendo que él único modo de crecer y vivir más plenamente requiere un cambio en nuestra perspectiva.
Una visión limitada y castigadora es como un conjunto de cadenas que nos mantiene atados. Estamos sujetos con firmeza en el mismo lugar,cada día es una copia al carbón del anterior y cada año una repetición de la tristeza del último año. Para entender porque muchos de nosotros permanecemos voluntariamente prisioneros de visiones distorsionadas, debemos revisar brevemente lo que una visión hace por nosotros. Puede arrojar alguna luz sobre las causas de por qué somos tan renuentes a repensar y revisar la visión con la que emprendemos el camino de la vida.
Cuando los seres humanos echamos una primera mirada a nuestro interior, a nuestra propia realidad, y al exterior, al resto de la realidad, inmediatamente empezamos a buscar orden, patrones, ciclos. Aprendemos a relacionar las causas con sus defectos. Estamos buscando, en una palabra, el pronóstico; el saber qué esperar nos da sentido de seguridad. Nos capacita para tomar decisiones sobre el modo de actuar. Pronto nuestras propias acciones y reacciones caen en patrones que están basados en nuestras percepciones y ajustes a la realidad.
La vida se hace previsible y nuestras reacciones toman consistencia . Queremos actuar bien o mal para mantener esta consistencia. Lo opuesto a la predicción y a la conciencia es el caos. El caos implica imprevisión e inconsistencia. El caos retrasa la mente y fragmenta el espíritu. La persona que atraviesa por un período de caos es tenida, a menudo por "desorientada". En su confusicón la gente desorientada ha perdido todo sentido de dirección. El caos es una experiencia aterradora.
Por esta razón somos tan renuentes a cambiar nuestra visión, aun cuando sea una visión cruelmente aprisionante. Hay un prolongado miedo a que, al dejar la antigua visión que nos ha dado predicción y consistencia, yo pueda caer en el caos y me pierda sin guía. Por ejemplo: si yo fuera a dejar una pobre autoimagen y aprendiera a apreciarme a mi mismo, ¿Como actuaría? ¿Que sucedería? ¿Cómo me relacionaría con otras personas? Si yo dejara mis prejuicios de que otras personas son básicamente deshonestas y salen a manejarme, ¿Cómo las trataría? ¿Tendría que empezar a confiar en los demás? ¿Tendría que ir tan lejos como para revelarme a mí mismo a los demás?
La dificultad está en que no hay garantías de que lo nuevo será mejor que lo antiguo. No es éste un caso de que ¿"Mas vale pájaro en mano que ciento volando"? ¿Quien quiere cambiar lo conocido por lo desconocido sin cierta seguridad? Sé lo que tengo y no estoy seguro de lo que voy a conseguir o de lo que voy a perder. En todo cambio hay una muerte y un renacer. Morir a lo viejo y nacer a lo nuevo es una perspectiva aterradora. Y existe siempre ese terrible momento, entre la muerte y el renacer, en el que no tengo nada. Si dejo mi antigua visión que ha dado algún sentido a mi vida y me ha proporcionado una fuente de dirección en mi comportamiento; ¿Una nueva visión dejará mi vida intacta en el mismo camino?
Una muchacha estudiante me visitaba con frecuencia para recibir consejos. En cada visita ella tenía un problema diferente. Finalmente, después de haber resuelto muchísimos problemas, le pregunté [ ¿Crees que alguna vez vas a dejar de tener problemas? Ya hemos superado la marca de los cien]. Ella con mirada baja, un poco cohibida, dijo suavemente: "Si dejo de tener problemas, ya no podré venir a verte". La pobre muchacha se percibía completamente desadaptada para una relación de adultos. Por su autopercepción no podía relacionarse, como igual, con otra persona. La única manera en que podía adaptarse a la realidad, al tratar con otros era desempeñando un papel de "niña perpetuamente angustiada".
Ahora supongamos que alguien le dijera a esta muchacha: "te ves desadaptada y te has ajustado a esta supuesta inferioridad, permaneciendo siempre como una niñita, más no eres inadaptada. Tienes excelentes dones eres una excelente persona. Debes aprender a relacionarte con otros en la igualdad, como un adulto con otro" ¿Cual sería su reacción ante esto? Teoricamente debería creer en su adaptación e igualdad, pero ha basado todas sus percepciones y ajustes en la suposición de que es inadaptada e inferior. Se ha sentido cómoda y experimentada en ese papel. La sugerencia de que debería cambiar está visión errónea y comenzar a actuar de una manera radicalmente diferente le infundiría terror a su corazón. Se siente segura tras la cerca y fachada de la incapacidad. Por lo tanto tenderá a aferrarse a su orientación primera. Por desgracia para hacer esto, se ha enclaustrado fuera de una vida más plena y más humana.
Podemos mencionar otro caso; un joven que se ha percibido a sí mismo como odioso y se ha adaptado a esta supuesta situación convirtiéndose en un profesional introvertido y solitario. ¿Qué pasaría si se le invitara a revisar sus juicios primitivos y a dejar de esconderse de los humanos y viniera a participar en la celebración de la vida? Posiblemente se aferrará a su visión y adaptación con los puños cerrados antes de arriesgarse al caos de una conversión.
¿Recuerdas haber tratado de arrancar algo peligroso o indeseable de las manos de un niño? Ordinariamente la manita se aferra a lo que tiene agarrado. La táctica psicológica indicada es suspender alguna distracción atractiva ante el niño; todos nos inclinamos a un cambio razonable. Pero este asunto de revisar las propias percepciones y ajustes no es como cambiarse de ropa. Nuestras percepciones originales, como hemos dicho, tienen que ser repetidas hasta que cristalicen en actitudes, e integren , finalmente, una visión. Somos criaturas de hábito. No podemos salir de nuestros antiguos hábitos hacia otros prefabricados así como cambiamos de ropa. El cambio de hábito, por su misma naturaleza, tiene que ser gradual.
Pero permanecer en las viejas rutas no es fácil tampoco. Persistir en la visión antigua y disminuída requiere que uno niegue constantemente toda experiencia opuesta. Uno tiene que afirmar tercamente su visión errónea ante la evidencia contradictoria creciente. Esto puede ser díficil y fatigoso. Produce, trás un periodo de tiempo, considerable tensión y stress internos, Ycuanto más fuerte sea la evaluación contraria, tanta más energía debe gastar la pobre persona en el mecanismo de negación.
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